Thursday, December 13, 2007

Las cosas más simples

A veces cuando me siento a escribir, me ataca un deseo inmenso de impresionar y de contar algo tan interesante o gracioso, que haga de mi artículo uno digno de publicar. Luego caigo en la cuenta de que esta es mi bitácora y como tal es un diario sobre mi vida y los sucesos que a mí me parecen importantes y me digo: ¿y qué importa si no le parecen interesantes a otros? que para el caso son los que me leen.... hmm... pues bien, hoy no les contaré nada importante o mejor, hoy no escribiré nada importante en mi diario pero sí mencionaré la noticia que me ha dejado casi sin habla esta noche y me ha puesto a reflexionar. Acabo de enterarme de que una conocida de hace muchos años, caleña, acaba de morir en una sala de cirugía y que no era en lo absoluto algo esperado o ni siquiera temido.

Estas cosas lo ponen a uno a pensar: vivimos diciendo que la vida es corta pero no lo entendemos sino cuando una persona conocida -y más aun amada- muere súbitamente. El temor que sentimos las madres de morir y faltarle a nuestros hijos - que es gigante - no tiene nada que ver con el verdadero miedo a la muerte, pienso yo. El temor a la muerte súbita y a la partida de este mundo en general va más allá del instinto de conservación nuestro y el de los que dependen de nosotros. Creo que, en mi caso, es miedo a perderme de tantas cosas lindas que ofrece la vida. Es pánico de perderme la picardía de mi hijo cuando me responde que "me ama más" que yo a él aunque lo diga en juego; es temor a no volver a tomarle la mano a mi marido en las noches frías cuando ya estamos casi dormidos y sentirlo siempre cálido y receptivo. Pienso que aunque todos tenemos la certeza de que un día no estaremos más aquí, lo que verdaderamente rechazamos es perdernos de algo. ¿No es esa la misma sensación que la que tenemos cuando nos vamos de una fiesta más temprano que los demás y tenemos la sensación de que va a pasar lo más gracioso de la noche después de nuestra partida? En mi caso pienso que es así. Cada minuto de mi vida soy feliz: aún cuando me siento nostálgica o aburrida por cualquier razón. En el momento en que siento ira -soy humana y madre de un hijo de 4 años, lo saben- no pienso que qué bueno que puedo sentir ira y luego no sentirla más y reirme de mí misma o contar el cuento después y reirme de mí misma... la felicidad viene después de reirme de mí misma si lo logro.

Cuando recibo esos a veces insoportables mensajes de positivismo (no niego que algunos son realmente conmovedores) me pregunto si la gente que los escribe sintió al escribirlos la misma dicha que siento yo cuando me levanto por la mañana y lo primero que veo es a mis dos hombres -el grande y el chiquito- sonreirme de "buenos días". Son esas cosas tan sencillas que no se cuentan, no valen la pena para otros, no tienen sentido sino para el que las vive y las aprecia. Vivir en Rodas es una dicha; vivir casada con el hombre que amo es maravilloso; tener a mi hijo que deseé tanto es el paraíso. Bueno, como que me puse filosófica. Hoy quería escribir lo que se me ocurriera y lo hice. Me queda en la mente la imagen de esta casi amiga (no fuimos amigas íntimas pero la traté durante temporadas enteras de vacaciones) y la de los tres hijos que dejó. No puedo más que sentirme feliz de estar viva hoy y ahora.

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