Saturday, December 15, 2007

No es porque sea mi hijo


Todas las madres deben haber sentido lo mismo algún día. Anoche fue la presentación y fiesta navideña del jardín infantil de Giorgos, mi hijo. El año pasado habíamos decidido que no participaría en la obra de teatro pues además de que no quería hablar de a mucho, estábamos seguros de que no se subiría a la tarima del teatro. Pues bien, este año pagamos disfraz y todo con más de un mes de anticipación y nos enteramos de los muchos ensayos que hicieron, tanto en el jardín infantil como en el teatro municipal, donde se presentarían. Nuestro hijo no es el tipo de niño que exhibe sus talentos delante de extraños, y para él, casi todo el mundo es extraño. Lo llamamos "selectivo" para no darle el terrible rótulo de "antipático" pues cuando lo saluda la gente o, peor aún, lo tocan, no sólo se aleja sino que hace gestos de gran molestia... a veces hasta emite un sonido que podría parecer un gruñido... qué vergüenza, no lo niego, pero así es nuestro Giorgos. Su mamá, sociable como la que más y su papá, amable con todo el mundo aunque más reservado; Georgios: selectivamente gentil y generalmente apático. Pues bien, la presentación era para mi todo un reto pues presentía que la subida al escenario sería un momento decisivo de su vida. El disfraz era de ayudande de Papá Noel o de San Basilio, en versión griega. Colores brillantes, tela desconocida - terciopelo- y unos zapatos que como los de los arlequines que tienen campanita incorporada, dorados. El sombrero, de duendecito con, por supuesto, tres campanitas. El rol de Giorgos en la obra de teatro era casi desconocido para nosotros pero sabíamos que incluía una frase en rima que nos escribió la profesora en un papelito y que practicamos por más de 3 semanas. Sobra decir que ahí me tomé unas vacaciones de español exclusivo y declamé con él en griego. Se la aprendió de memoria, pero eso no era lo difícil. Por instrucciones de la profesora, era necesario pedirle que hablara alto, que no susurrara pues a pesar del micrófono que usarían, querían darles ánimo y seguridad a los niños. Así que el entrenamiento de voz vino por parte de padre -en griego - y de madre - en español- hasta que logró declamar su rima en voz alta, montado sobre una mesa.

Y se llegó el día, anoche. Debíamos estar en el teatro a las 6:45 pm pues la presentación empezaba a las 7 en punto. Los niños tenían que ir ya disfrazados y listos para ser "depositados" en escena. Empecé a vestirlo a las 6 y ahí empezó mi suplicio. No le gustaron los forros para los zapatos (a pesar de las campanitas). No le gustó cómo le cerraba la blusa por detrás y mucho menos el terciopelo en su cuello - es calentón y jamás siente frío a menos que esté ya morado después de una hora en la bañera- y no le gustó la idea del cinturón por fuera de la blusa pues prefería arrastrarlo por el suelo. ¿Será que añado que tampoco quería ponerse el sombrero? En fin, a punta de llanto y tras palabras de consuelo de mi parte y el agotamiento de la paciencia de parte del papá, logramos montarlo al carro vestido con todo menos el sombrero. La llegada al teatro fue conmigo solamente pues el papá se fue a parquear el carro donde encontrara: hagan de cuenta Cali. En el instante en que vio el teatro lleno, empezó a decir que no quería.. no quiero... no quiero... no quiero.

Llegamos muy al frente y nos sentamos en la primera fila donde encontramos a otros niños, por cierto muy orgullosos con sus disfraces, y a las profesoras que lo saludaron con mucho cariño. Quiero comentar que las profesoras del jardín infantil son todas muy dulces y parecen quererlo: él las ha aceptado a casi todas y las conoce por su nombre... bien. No logramos sacarle el "no quiero" de la boca hasta el instante en que empezaron a convocar a los niños y cuando la hora llegó de entrar detrás del telón, empezó el llanto amargo e histérico. Si pudiera describir lo que sentí, lo haría. Sólo sé que quería que me tragara la tierra, y no por pena, pues no me importa que mi hijo llore delante de la gente, lo juro! Me dolía en el alma obligarlo a hacer algo que no quería y al mismo tiempo me sentía frustrada al pensar que todos los ensayos y su preparación, serían en vano. Pero no podía dejarlo ir así... una señora que pasó por mi lado -la típica mamá sabelotodo bochinchera y metiche- me dijo: "déjelo que se calme y después...". Me provocó decirle: "y a usted, ¿quién le preguntó?" pero no me salió sílaba. Finalmente lo dejé ir con las profesoras y escuchaba su llanto a través del telón, sintiéndome como un madre débil y consentidora pero al mismo tiempo, aliviada de soltar esa carga a otros. El calmar al artista no podía ser mi papel, lo entendí desde el principio y fue duro aceptarlo. Necesitaba ver a sus compañeros y a todos los que conoce como miembros de su ambiente escolar y en este caso, a sus colegas actores.

Terminaré por resumir que la presentación fue preciosa, que me gustaron todas las coreografías y todas las frases en rima que dijeron los chiquitos. La música y las danzas con tema el medio ambiente; los bosques quemados después de los incendios el pasado verano en Grecia debían ser salvados por los animalitos con la ayuda de hadas madrinas y los siete enanos... ah! y mi hijo! el ayudante de Papá Noel y sus compañeros. Lo que más me gustó fue verlo entrar en su escena, mirando todo el tiempo a sus compañeros y con la sonrisa tímida más dulce del universo, lanzando miradas al público de refilón. En el baile, lo hizo bien, con entusiasmo y buen ritmo caleño; la rima, la dijo perfecto con el micrófono muy bien puesto en frente. Se lució en su papel y habló claro y fuerte en su voz de bebé grande, hombre pequeñito. Me hizo la mamá más feliz del mundo y en medio de mi pánico, pues pienso que yo tenía más miedo que él, me lanzó una mirada de reconocimiento -yo juraba que no me veía de donde él estaba- y le dijo a su compañerito de al lado: "mira a mi mamá". Música, danza, villancicos, niños dulces e inocentes que se sintieron orgullosos de sí mismos, hicieron que la velada quedara para siempre en mi memoria. Mi hijo, no es porque sea el mío, fue el mejor de todos... con su sonrisa de satisfacción demostró haber dado un paso decisivo en su vida como lo mencioné antes. Creo que aprendió que el mundo puede que sea muy grande para él, pero eso no significa que no pueda conquistarlo.


Thursday, December 13, 2007

Las cosas más simples

A veces cuando me siento a escribir, me ataca un deseo inmenso de impresionar y de contar algo tan interesante o gracioso, que haga de mi artículo uno digno de publicar. Luego caigo en la cuenta de que esta es mi bitácora y como tal es un diario sobre mi vida y los sucesos que a mí me parecen importantes y me digo: ¿y qué importa si no le parecen interesantes a otros? que para el caso son los que me leen.... hmm... pues bien, hoy no les contaré nada importante o mejor, hoy no escribiré nada importante en mi diario pero sí mencionaré la noticia que me ha dejado casi sin habla esta noche y me ha puesto a reflexionar. Acabo de enterarme de que una conocida de hace muchos años, caleña, acaba de morir en una sala de cirugía y que no era en lo absoluto algo esperado o ni siquiera temido.

Estas cosas lo ponen a uno a pensar: vivimos diciendo que la vida es corta pero no lo entendemos sino cuando una persona conocida -y más aun amada- muere súbitamente. El temor que sentimos las madres de morir y faltarle a nuestros hijos - que es gigante - no tiene nada que ver con el verdadero miedo a la muerte, pienso yo. El temor a la muerte súbita y a la partida de este mundo en general va más allá del instinto de conservación nuestro y el de los que dependen de nosotros. Creo que, en mi caso, es miedo a perderme de tantas cosas lindas que ofrece la vida. Es pánico de perderme la picardía de mi hijo cuando me responde que "me ama más" que yo a él aunque lo diga en juego; es temor a no volver a tomarle la mano a mi marido en las noches frías cuando ya estamos casi dormidos y sentirlo siempre cálido y receptivo. Pienso que aunque todos tenemos la certeza de que un día no estaremos más aquí, lo que verdaderamente rechazamos es perdernos de algo. ¿No es esa la misma sensación que la que tenemos cuando nos vamos de una fiesta más temprano que los demás y tenemos la sensación de que va a pasar lo más gracioso de la noche después de nuestra partida? En mi caso pienso que es así. Cada minuto de mi vida soy feliz: aún cuando me siento nostálgica o aburrida por cualquier razón. En el momento en que siento ira -soy humana y madre de un hijo de 4 años, lo saben- no pienso que qué bueno que puedo sentir ira y luego no sentirla más y reirme de mí misma o contar el cuento después y reirme de mí misma... la felicidad viene después de reirme de mí misma si lo logro.

Cuando recibo esos a veces insoportables mensajes de positivismo (no niego que algunos son realmente conmovedores) me pregunto si la gente que los escribe sintió al escribirlos la misma dicha que siento yo cuando me levanto por la mañana y lo primero que veo es a mis dos hombres -el grande y el chiquito- sonreirme de "buenos días". Son esas cosas tan sencillas que no se cuentan, no valen la pena para otros, no tienen sentido sino para el que las vive y las aprecia. Vivir en Rodas es una dicha; vivir casada con el hombre que amo es maravilloso; tener a mi hijo que deseé tanto es el paraíso. Bueno, como que me puse filosófica. Hoy quería escribir lo que se me ocurriera y lo hice. Me queda en la mente la imagen de esta casi amiga (no fuimos amigas íntimas pero la traté durante temporadas enteras de vacaciones) y la de los tres hijos que dejó. No puedo más que sentirme feliz de estar viva hoy y ahora.

Tuesday, December 11, 2007

Mi gente favorita en Rodas

Seamos sinceros pues... además de mi familia, los mejores amigos que he hecho en Rodas son mis estudiantes de español. Mi familia, en mi caso la política, ha sido buena conmigo desde mi llegada a Rodas. Después de ver que yo era todo menos un extraterrestre, me trataron con todo el cariño del pariente que merece pertenecer a su clan. Pero dije que hablaría hoy de mi gente favorita y necesariamente mencionaré personas que ya son mis lectores... o al menos eso creo.

En primer lugar hablaré en general. Las personas que deciden aprender a hablar español en Rodas tiene todas algo en común: quieren aprender y casi siempre por placer. Viví por muchos años la frustración del que desea aprender inglés -durante los años que enseñé este idioma en Cali- porque le toca! porque si no aprende inglés, no tendrá posibilidades de avanzar en su carrera; porque se lo exigen en la universidad; porque quiere viajar a otros países donde tenga mejores perspectivas de desarrollo. Por regla general, aprendemos inglés por necesidad. El español en Rodas es algo exótico, sensual, y moderno como la música de Shakira y de Juanes. Es el idioma más parecido al italiano que conocen y por qué no? el de las telenovelas latinoamericanas más recordadas en Grecia cuando todavía no se doblaban con voces de actores griegos. El turismo hispanófono se limita a los visitantes que vienen en los barcos cruceros y por lo tanto pasan apenas unas seis u ocho horas en la isla. Entonces, qué los hace buscar profesora y comprometerse con un horario que en el caso de todos mis alumnos es de 2 veces por semana al menos 1 hora y media? Ellos lo saben mejor que no y los motivos son varios pero son estos motivos que yo adivino lo que me hace estimarlos tanto y por eso me atreveré a decir cuáles creo que son.

  1. Es la lengua de una de las literaturas más cotizadas ahora en Europa y desde siempre valiosas en toda la civilización occidental.
  2. Es el idioma de las poesías de Pablo Neruda que aquí es leido no solamente en la facultad de Filología Española, sin olvidar al Gran Gabriel García Marquez que nos ha permitido no estar únicamente en las listas de las naciones más peligrosas: gran proeza!
  3. Esta lengua hija del latín y nieta del griego que ha heredado tanto de sus antepasados que para un griego es un placer indescriptible encontrarse "sus" palabras en los vocabularios que aprenden.
Vamos ahora a los motivos que yo interpreto de las personas que acuden a mí y a otros profesores de español en Rodas:

  • Son personas inteligentes y casi en su totalidad, tienen un talento innato para aprender lenguas extranjeras. Por lo general, mis estudiantes ya hablan inglés, francés, italiano, finlandés y por supuesto, griego. Tengo incluso una estudiante que habla sueco.
  • Son hombres y mujeres sensibles que se entusiasman al explorar el mapa de los continentes nuevos y hasta el nombre de la más pequeñita isla les hace sonreir y soñar con viajar a través del Atlántico.
  • Tiene mente abierta y no rechazan un café colombiano colado unos segundos antes de comenzar la clase. Dicen incluso olerlo desde que se acercan a la puerta de mi apartamento en el tercer piso.
  • Son curiosos y curiosas de todo aquello que nos diferencia pero aún más de aquello que nos hace parecidos. Hacen las preguntas correctas sobre mi Colombia que ha tenido siempre tan mala publicidad internacional.
  • Darían mucho por poder bailar una salsa con un(a) verdadero(a) parejo(a) caleño(a) -aquí no hay!!- y luego poder decir que NO es tan difícil.
  • Son profesionales excelentes: un médico ginecólogo; traductoras (una literaria del francés y del español al griego); un abogado; 4 guías turísticos; economistas; terapista del lenguaje; oficial de la guarda costera, etc. Sólo una alumna mía está todavía en su último año de secundaria pero ya tiene decidido estudiar filología española y probablemente en España pues su madre es de Barcelona.

Como pueden ver, no son personas comunes y corrientes, no para mí. Son personas que se han convertido en mis mejores amigos y que quiero y estimo tanto como a mi familia política. Los he conocido y tratado, a algunos por años, y siento que sin ellos mi vida no sería tan linda en Rodas. Gracias a ellos amo más el español y a mi Colombia. Gracias a ellos, me divierto y al mismo tiempo me gano mi dinerito. Gracias por querer aprender español! Yo he aprendido más que todos ustedes.

Monday, December 10, 2007

Poco antes de Navidad

Es una época de nostalgia para mí como seguramente lo es para muchos inmigrantes que extrañan las fiestas al lado de una familia de más de 25 miembros de edades entre los 80 y pico y los pico. La Navidad en los países cristianos tiene en común que tanto el 24 de diciembre como el último día del año, requieren de mil preparativos. No soy de muchos preparativos pero ya tengo ganas de decorar el árbol y mi pesebre miniatura. Rodas, como algunos de ustedes sabrán, es cristiana ortodoxa. El cristianismo ortodoxo griego es como un catolicismo que dejó de avanzar en el mismo instante en que se separó del papa. Como la idea no es hablar ni de religión ni de historia, les contaré algunas de las diferencias que me hacen echar tanto de menos a mi Cali linda en este mes de fiestas así como las que no.



En Rodas no hay nieve así que no crean que tengo el paisaje de Papá Noel al lado de pinos blancos que disfrutan los de los países escandinavos, o hasta París y Londres. Eso sí, este año disque el alcalde nos instalará una pista para patinar en el hielo... les contaré después. Sí hace frío y, especialmente estos días, hemos tenido unos niveles de humedad tan altos que pareciera que no respira uno el aire sino que el aire lo respira a uno: duelen los huesos, la nariz está siempre mocosa y la piel se pone como un cartón. Pues bien, este no es mi clima favorito como lo pueden adivinar. La lluvia, especialmente cuando es de noche y no tengo nada que hacer fuera de mi casa, me gusta y es necesaria en esta isla rocosa y seca. Como los turistas ahora brillan por su ausencia, las calles están más tranquilas y hay menos ruido; también se ha perdido el color de sus camisetas internacionales al igual que las múltiples cámaras fotográficas y de video. Calles vacías, más tranquilas y más frías; no menos bellas. El paisaje es en general, verde y tranquilo.



Mi familia en Rodas es muy pequeñita y he comprobado que basta y sobra para pasar una Navidad feliz y con buenos deseos para un cumpleaños más de Jesús y para un año que comienza. ¿Saben qué extraño? extraño las reuniones de 45 personas, la comida, la buena pinta (no demasiado cara) y las muchas risas. Extraño jugar al amigo secreto como oportunidad para describirnos y burlarnos de nosotros mismos. Extraño los gritos de los mil y un primitos que son los que más gozan estos días llenos de inusual euforia y muchos juguetes y diversión. Extraño esa oportunidad de echarme una bailadita con mis hermanos y mis primos, pero también con mis tíos que no pierden su estilo de los años de antes. Extraño tantas cosas que hasta llego a sentirme triste. Pero...



¿Saben qué no extraño? No extraño el tráfico de Cali que en diciembre es insufrible. Las eternas distancias hasta la casa en donde pretendes trasnochar pero si decides no hacerlo no ves la hora de volver a la tuya antes de que se ponga "más" peligroso circular. No extraño ya la cabalgata del 25 de diciembre, pues ya no veía nada por estar pendiente de un niño de 2 años (ahora 4 pero lo mismo sería). No extraño los almacenes Exito, SuperLey, etc. en los diferentes centros comerciales, pues qué pereza tanta cola y tanta cosa que quisieras comprar y no puedes o no vale la pena. Aquí en Rodas el comercio también pulula pero no me afecta pues las rebajas de enero hacen que valga la pena aguantarme hasta entonces para comprar uno o dos trapos.



No importa, las fiestas navideñas no valen por el lugar donde te encuentres, sino por las personas que te rodean. Mi marido, mi niño y la hija de mi marido a la que quiero como si fuera mía, estaremos muy contentos de tenernos unos a otros en estas fechas. Tendré en mi mente y en mi corazón a todas esas personas que quisiera abrazar más veces de lo usual y gracias a quienes estoy donde estoy y soy quien soy.