Friday, November 30, 2007

Del Trópico al Mediterráneo Parte 2

Mi primer “shock” cultural

La palabra “montañero” en el Valle del Cauca hace pensar a la gente en una persona a la que “bajaron de la montaña con espejo retrovisor” y por tanto, no sabe nada del nuevo valle donde ahora habita. Hmmm... y los caleños, no somos acaso también montañeros cuando llegamos a Europa? Por supuesto que sí, y yo lo comprobé cuando llevaba apenas unos días en Rodas. Será una isla, estará aislada del continente por 50 minutos en avión (en verano y con buen tiempo en invierno también) y más o menos 16 horas por barco a Atenas; pero Rodas está en Europa yo me sentí montañera a la orilla de mar Mediterráneo. La primera consecuencia de llegar como extranjera caleña a tierra rodiana fue el provocar una curiosidad inmensa entre la familia grandísima con la que mi entonces prometido me recibió en el aeropuerto. Todos pensaban –me lo contaron después- que yo me parecería a las protagonistas de las telenovelas mexicanas o brasileñas que han transmitido y aún transmiten aquí, dobladas al griego (para tristeza de muchos) y llenas de personajes irreales y llenos de maquillaje y de belleza de exportación. Yo no es que sea fea, pero ni me parezco a estas protagonistas altas y de melena, con labios y pestañas de muñeca, ni uso ropa de bailarina de mambo en bar de Miami. Así que me disculpo si di a entender yo me llevé sola el primer “shock”; mi familia rodiana me sorprendió por su número en el aeropuerto pero yo los sorprendí más con mi apariencia común y sobre todo con la ausencia del sombrero que en traducción al griego significa: sombrero de charro mexicano.

Ahora sí, mi primera montañerada ¿cuál fue? No fue por el idioma pues se sabía que yo no hablaba gota de griego: mi buen inglés me permitía comunicarme con la mayoría de las personas de más de 25 y menos de 70 años. No fue como ya les dije por mi forma de vestir o mi apariencia física en general. Fue cuando visité la primera “taverna” que en Grecia es el restaurante familiar, el bistró francés, tal vez la trattoria italiana. Aquí comen como griegos, y esa expresión quizá no sea conocida en las Américas pero en todo Europa lo es.... comen muchísimo. La forma de servir, para mí la más sabia: lentamente y sin levantar sino los platos ya vacíos o los que ya no tienen espacio sobre la mesa y su contenido se vierte a otros platos. Sirven las famosas entradas que varían entre ensaladas frías, pescados chiquitos fritos, verduras cocidas, mariscos, gramíneos y aquí les dejo el primer etcétera. Estas entradas son servidas en platos pequeños, medianos y grandes mientras que cada comensal tiene el suyo pequeño para ir probando de todo lo que van trayendo. Aquel que ordena, el que invita casi siempre, se deja aconsejar por el maitre que es por lo general el dueño o el yerno del mismo, o su hijo o su nieto o su primo. Se lleva la orden que parece más una lista de compras en el supermercado para un mes y va sirviendo poco a poco mientras todos disfrutan del vinito de la casa que es maravilloso casi sin excepción o del “Ouzo” (úzzo) que es el aguardiente griego y se toma en vaso delgadito y con hielo. La caleña homenajeada no chistó un momento en probarlo todo, pero sin tener en cuenta que vendría más y más y más y más comida. Mi novio entonces me decía: “con calma que viene más” y yo no escuchaba su consejo; seguía comiendo como si cada plato o bandeja que traían fuera la principal o la última. Pues al final de la primera tanda, yo ya no podía tragar un bocado más y de pronto... ta ta ta tan ta tan! Llegó el plato principal que era dos pescados de más de 2 kilos cada uno para las 6 personas que estábamos en la mesa. Pues sí, también comí pescado y cuando logré dicha hazaña, me sentí muy orgullosa de mí misma por haber honrado a los que nos invitaron esa noche a una cena griega y por haber comido como uno de ellos. Pero me equivoqué... faltaba el postre. Llegaron con una bandeja que traía seis diferentes tipos de dulces y pudines y siropes que hicieron que casi se me salieran las lágrimas. Todos insistieron en que traían varios tipos de postre para que yo probara y en el futuro supiera cuál elegir así que no lo duden, probé de todos y cada uno de ellos.

Wednesday, November 28, 2007

Del Trópico al Mediterráneo Parte 1

Es muy fácil adaptarse a una isla en medio del mar Egeo; una isla bendecida por Zeus y luego por todos los dioses del Olimpo así como en la actualidad por el Dios que cada cual prefiera adorar. Una isla como Rodas es fácil de admirar y por lo tanto, de querer con cariño de verdad verdad. ¿Qué la hace tan especial? Además de su legado arqueológico considerado patrimonio universal y sus bellas playas que son las dos cosas que más admiran sus visitantes, es una isla llena de colores y de sabores. No me alcanzarían los días ni las páginas para describir sus encantos y de ello pueden dar fé, de primera mano, mis familiares y amigos que la han disfrutado en casi todas sus estaciones del año. A excepción de mi madre que ha venido ya cinco veces desde que llegué en el 99, todos los que me han visitado han llegado como turistas con la ventaja de haber sido guiados por un local – mi marido- y poco a poco a lo largo de los años, por una caleña ya entrenada en ser local. Tratando entonces de ser un poquitico objetiva y quedarme en el limbo de la inmigrante caleña desde pequeña y la ya aclimatada a la vida de la isla de Rodas, les contaré cuáles pienso que han sido las primeras y más fuertes impresiones que tiene un visitante caleño en Rodas.

  1. Belleza ante los ojos! No solamente la natural: un mar de un azul intenso que pareciera no tener fin, al menos hacia el sur pues al noroccidente se alcanza a ver la costa de Turquía. Un cielo despejado y brillante con un sol que pareciera contratado por los adictos al bronceado. La obra de la mano humana: Una ciudad medieval habitada y llena de vida con las huellas de lo que fue hace más de 4 milenios y no volverá a ser. Hay que verla para creerla.
  2. Placeres del paladar. La mejor comida del mundo, a mi parecer, se come en esta región tan poco fértil en comparación a nuestro bello trópico, donde se puede cultivar cualquier cosa. Aprendí que los mejores sabores no vienen realmente de la variedad, sino de la recursividad del que los prepara. No terminaría nunca la lista de productos, todos deliciosos, provenientes de la oliva. El pescado y los mariscos: ya condimentados (según los rodios) por la mayor cantidad de sal del mar Egeo. Los vinos, los tomates, las hortalizas silvestres, el queso feta que como saben proviene de la leche de cabra... hmmm... inolvidables sabores para el más indiferente y el más exigente.

La lista continúa y repito, no hay suficientes páginas que puedan contener todo lo bueno y bonito de Rodas, pero como este es mi blog y no un folleto de turismo, los dejaré investigar, por sí sólos, sobre los sitios a visitar y las cosas por ver en esta isla. Aquí les van entonces, otras primeras impresiones. Y ahí vamos otra vez:

  1. No conocen la Salsa!!! Sí, la salsa que bailamos en Cali, Juanchito y otra vez en Cali! No tienen idea de si esa música es igual a la samba o al tango argentino! Aggrrr! Las danzas griegas y las de Rodas en particular son bellísimas y se llevan a cabo en grupo, algo admirable de ver pues no se ve en las pistas de baile o en las fiestas de los matrimonios, que dos personas se paren una frente a otra y mucho menos que se guíen y aun así se goza de lo lindo. Bien, aclaro que en Atenas sí se ve una influencia fuerte del ahora tan popular ritmo “latin” que entre otras cosas ha sido tan mal interpretado en algunos medios que se ve en la televisión carnavales brasileños con música cubana de fondo o parejas con traje de tangueros en tablados de flamenco. Pero en Rodas? Vengan, caleños, enseñemosles!
  2. No trabajan... Pero toman café! Suena a la descripción de un colombiano pero no lo es. El horario de trabajo de esta isla es un horario europeo, de acuerdo, de 9 (o 10 o 11) de la mañana a 2 de la tarde y luego de 5 de la tarde a 9 o 10 de la noche dependiendo de la época del año. Durante el veraño el sector comercial por supuesto trabaja una jornada contínua sobre todo en las zonas hoteleras. Pero adivinen, religiosamente un rodio sale de su almacén u oficina a tomarse un café al centro o a las afueras o a la cafetería o “café” de su preferencia a las 11 o 12 de la mañana (casi hora del almuerzo en Colombia, no?) Este café que consiste muchas veces en café frappé (nescafé con hielo, horroroso) o en capuchino, con suerte preparado por una buena máquina de café espresso italiano; o en cerveza o jugo de naranja o gaseosa, es más que una bebida o un descanso entre la jornada matutina: es la oportunidad para perderse de los empleados y los clientes potenciales durante 2 o 3 horas. Calculando bien, para cuando han terminado su “café” o se han jugado unas dos manos de damas chinas ya va siendo hora de ir a almorzar entre las 3 y las 4 p.m. Resumamos, después del segundo “café” a las 8 o 9 p.m., preámbulo de su cena (nuestra comida nocturna) a las 10-11 de la noche, contamos las horas que trabajaron?

Tuesday, November 27, 2007

El estrés

Hablando del estrés, se me viene a la mente una anécdota que contaba a mis ex compañeras del Liceo y amadas amigas de siempre cuando visité Cali la penúltima vez. Antes de ser madre, ya había encontrado un trabajo en mi propia casa y consistía (y aún consiste) en enseñar español. Desde el principio fue fácil encontrar alumnos pues el nuestro es un idioma apreciado por los rodios y es, por lo general, el tercero o cuarto idioma que decide aprender un griego. No lo aprenden por necesidad como el inglés, ni porque sus padres lo imponen, como el inglés otra vez. Bien, pues mi única ocupación entonces era la de empezar una vez más a experimentar en la cocina pues había abandonado la culinaria después de la universidad en EEUU y al regreso a Colombia, y enseñar mis lecciones de español. Dentro de mis otras labores del hogar, aprendí a no dañar demasiada ropa en la lavadora y a tender ropa en los enemil tipos de tendederos que existen aquí.... NO, no hay secadora en todas las casas! Y sí, el sol está presente más de 300 días al año en la isla de Rodas así que tender la ropa se convirtió en un reto maravillosamente estresante: no debía hacerlo de noche pues los vecinos me decían se dañaba la ropa; no debía hacerlo en los meses vientos del sur provenientes del Africa pues se manchaban con la rojiza arena del Sahara (créanme!); no debía hacerlo a horas de mucho sol pues la ropa se resecaba. De acuerdo, aprendí todas estas reglas del horario del tendido de la manera más lógica: lavaba ropa muy temprano en la mañana y la tendía afuera en primavera y otoño, adentro en verano e invierno. Me aseguraba eso sí, de cumplir con todos estos requisitos. No le conté tantos detalles a mis amigas del Liceo, pero sí les conté de mi estrés! Era tan importante tender la ropa a la hora indicada y en el lugar debido que si por casualidad tenía dos lecciones por la mañana y media hora de descanso entre la primera y la segunda, me estresaba!!!!!! ¿Alcanzaré a tenderla toda entre clase y clase? ¿si ando de afán, se me caerá la sábana azul clarita al jardín del vecino? –nuestro apartamento está en un tercer piso. Ese estrés desapareció también, esa es la buena noticia. Nació otro cuando nació mi hijo Giorgos y este empezó a tirarme la ropa por los balcones, en juego, claro!

Monday, November 26, 2007

¿Sobre qué escribo?

¿Sobre qué escribo? No serán tratados de filosofía ni fórmulas para alcanzar la felicidad total; tampoco pretendo enseñarle nada a nadie que no quiera simplemente tomar mi vida como un ejemplo, aunque no como uno a seguir, que quede claro. Lo que sí muy seguramente narraré aquí serán los sucesos que ninguna caleña –que yo conozca, al menos – ha vivido en el siglo veintiuno. Lo que hace únicas mis vivencias es mi misma persona: no existen dos personas iguales, verdad? Así que aunque lo narrado se asemeje a la vida de muchas otras mujeres en el mundo, mi vida es única por ser yo una sola en este planeta... En general, estoy decidida a escribir sobre la vida de una caleña, como lo dice el título de al menos este texto, en una isla de Grecia: Rodas.

Rodas está en Grecia, sí, pero no hablaré en lo posible de los “griegos” sino de los rodios pues no he vivido sino en esta isla desde que llegué y sería ignorante de mi parte referirme a la totalidad de la población griega. Dentro de la isla, en su capital: Rodas, hay aproximadamente 70 mil personas que se atreven a decir que no hacen sino “correr” todo el día. Cuando uno ha tenido que manejar durante 1 hora o más para recorrer media ciudad – Cali en hora pico- dos veces al día, o ha tenido que llevar o recoger a un amigo que vive en Miami Beach cuando su casa está en Boca Ratón sabe que no puede pensar uno en estrés en un lugar donde la distancia mayor es 15 minutos. Ok, digamos 25 cuando uno no conoce la casa ni la calle, o cuando no encuentra parqueadero a las horas en que sale la gente a tomar café en Rodas: de 12 a 3 o de 9 a 11 de la noche, hay razones para estresarse y reflexionar sobre si no era mejor idea venir a pie ya que la distancia original era 15 o 20 minutos máximo de la casa al destino final. Pues sí, la ausencia de estrés en esta isla es lo que la hace tan atractiva para mí como para todos los familiares y amigos que han tenido la suerte y la plata para venir a visitarnos desde que vivo aquí. Recorrerla, o al menos caminarla, es como visitar otro mundo y viajar en el tiempo a otra era. No solamente cuando se visita la ciudad medieval que es tan antigua como los griegos sobre los que leíamos en el colegio en la clase de filosofía o Historia, de esta hablaré en otra ocasión. Esos griegos que nos dejaron tantas respuestas pero también preguntas sobre nuestro origen y nuestro destino. Los rodios que conozco hoy en día, sin dejar de tener algo de los antiguos: son muy atractivos a los ojos de una colombiana común; no cumplen frecuentemente con lo que se espera de ellos viviendo en el lugar que viven. Viven estresados! Pediré una y otra vez perdón por mis generalidades pero para evitarlo, de cuando en vez diré: “algunos rodios”, “algunas rodias” y por supuesto, en demasiadas ocasiones mis protagonistas serán “mis amigos” o “un conocido”. Lo último que deseo es ofender a alguien y de corazón confieso que si yo hubiera nacido aquí, muy seguramente sería uno de ellos con todo y su estrés. El mío lo traje de Cali; de trabajar a una hora de mi casa y de pasarme horas enteras sin comer algo saludable hasta llegar a mi adorable empleada de servicio y mi juguito recién preparado. Un estrés que expresé apenas cogí el carro de mi marido y me di cuenta de que no estaba en Cali, de que no me perseguían y de que no tenía a quién pitarle! AAAhhh!! Hasta allí me llegó el estrés a mí.

Sunday, November 25, 2007

De Cali a Rodas

Toda mujer sueña con encontrar su príncipe azul (al menos las mujeres de mi generación “X”) en un momento de sus vidas. Lo que no esperan, es terminar viviendo a miles de kilómetros y más de 26 horas del aeropuerto de Cali al aeropuerto de la isla de Rodas. Encontré a mi príncipe, sí, mas no vino en corcel sino en un perfil personal de ICQ. Yo lo encontré, que conste, no él a mí, pero lo importante no es eso. Nos conocimos en persona el 20 de octubre de 1998 y llevamos casados un poco más de 8 años y medio. Ya después de estos años viviendo en Rodas, a donde llegué un 2 de febrero de 1999, miro atrás y no puedo creer que me haya adaptado tanto a este continente tan lejano al mío y mucho menos a esta pequeña isla que se ha convertido en mi hogar.

Vivo feliz en Rodas, eso es lo primero que quiero decir, aunque desde el instante en que empiezo a redactar este blog siento que empezaré a escribir sobre razones para no serlo. Es más, quien no me conozca pensaría que estoy loca al contradecirme tanto pero... no es siempre la vida ese contraste de cosas buenas y de cosas no tan buenas que para otros podrían considerarse malas y hasta insoportables? Bien, no me importa en realidad lo que los demás crean que soy: por “loca” me enamoré en 1998 de un desconocido por internet. Por ese mismo motivo decidí conocerlo personalmente e invitarlo a Cali.. sí, vino y luego disque por locura acepté casarme con él. Hoy sigo locamente enamorada de él y del hijo que tenemos, nuestro Giorgos (se pronuncia Yiorgos y significa Jorge). Este título de loca entonces, será muy repetido por mí e indirectamente por personas que mencionaré en el futuro, siempre refiriéndose a mí misma y a mi nueva familia. No es que seamos excéntricos, no. Simplemente la combinación de griego libre de prejuicios y en contra de ciertas tradiciones –mi marido- y una caleña que tuvo la suerte de viajar al final de su adolescencia y el principio de su juventud y que luego se vino feliz de la pelota a vivir a Rodas – yo -nos hace especiales, sí... esa es una palabra que me gusta.